¡La tecnología va a acabar con el mundo! dicen unos. ¡Hay quienes quieren seguir en el pasado! dicen otros. Unos en favor y otros en contra de ese “recurso” que parece tan bondadoso para unos y tan depredador para otros. ¿Pero, acaso el culpable de lo bueno o de lo malo que nos brinda la tecnología, es la tecnología en sí misma? ¿Dónde quedamos los que hacemos uso de la tecnología? ¿No somos nosotros quienes decidimos, cuánto, hasta dónde, en qué momento?… ¿Dónde queda el uso inteligente de la tecnología?
Para muchos, la tecnología se ha convertido en ese ritual individual que poco a poco ha ido deteriorando los lazos familiares y la interacción que en otros tiempos se tenía con los seres queridos más cercanos. Y sí, tienen un poco de razón, y en verdad es difícil no pensarlo cuando vemos usuarios que no despegan la vista de su móvil, porque atrapados por la máquina, olvidan que a su alrededor el mundo sigue girando.
Lo cierto es que más allá del encantamiento que significa para muchos esas pequeñas cajas con información, en la tecnología misma, se encuentra el canal de entrada a los más diversos recursos de enseñanza, diversión, comunicación y creatividad. Un gran formador de capacidades para habitar plenamente el mundo. Un entrenador personal de la agilidad para procesar y aprehender que al llevarlo a otros campos de la actividad humana suelen ser decisivos.
Entre el uso y el abuso de la tecnología
En el campo de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) encontramos todas aquellas que nos permiten transmitir, procesar y difundir información. Es indudable que el móvil, el computador, la televisión, los videojuegos, el mp3, sirven para este fin comunicativo y creativo, muy a pesar, de que el abuso de la tecnología pueda fomentar comportamientos contrarios a una comunicación acertada.
El problema viene a estar, entonces, en el uso inteligente de la tecnología. En este caso, hay que poner la tecnología al servicio de las necesidades que tenemos. Pensar el para qué de la tecnología que estoy usando. Condicionar la tecnología, es decir, poner condiciones al uso de la tecnología y no que ella nos condicione a nosotros.
Miremos algunos ejemplos a propósito de elementos de nuestro uso cotidiano:
El teléfono móvil
Este dispositivo agrupa una gran cantidad de herramientas que reemplazan muchas otras que teníamos en el pasado y para cada una de ellas existe un momento indicado. ¿Habrá acaso, alguien que pueda señalar como errado este uso para el teléfono?…
Otra cosa sucede cuando el móvil nos crea una dependencia y el no tenerlo a mano se convierte en un temor irracional que lleva a la ansiedad, que algunos especialistas en el tema han llamado NOMOFOBIA.
Los videojuegos
Son una fuente de diversión y más allá de la diversión ayudan en el desarrollo de ciertas aptitudes que necesitan adquirir los niños, la progresión de niveles y la complejidad ayudan en ello. Pero si no se regulan, pueden ser el origen de conductas violentas a través de contenidos inapropiados, o ser una fuente del cansancio físico y la falta de concentración para otros deberes.
La televisión
Es información, diversión, educación y una gran ventana a otras culturas. Si la pensamos así, la televisión no puede ser el mero ejercicio de ver un programa tras otro sin la menor discriminación de sus contenidos. Por lo tanto se debe poner normas y horarios para que esta labor no entorpezca las demás actividades tanto de los otros como las nuestras.
El internet y el uso del Computador
Hoy en día se ha convertido en uno de los medios más innovadores para el aprendizaje y para la interacción e interconectividad con otros usuarios del mundo en tiempo real. Facilita la comunicación rápida y fluida con otras culturas. Favorece los procesos de producción de contenidos y así mismo su difusión.
Pero por otra parte, acarrea algunos peligros de los cuales no siempre se es consciente. La adicción es una de ellas, y puede llevar a la pérdida de la noción de tiempo; la imposibilidad de tener la seguridad que del otro lado del ordenador está realmente la persona que creemos, es otro; y no puede faltar el ciberbullying que ha tomado gran auge y que puede ser un gran problema social si no se crean las condiciones necesarias para enfrentarlo.
¿Por qué nos resistimos al uso inteligente de la tecnología?
Según estadísticas, el abuso de la tecnología por lo regular se debe al sentimiento de soledad, a la falta de interacción con seres cercanos, soledad que se intenta subsanar con una dependencia excesiva de herramientas que suplen en cierto sentido ese vacío. Pero más allá del uso y el abuso en casos de soledad, no se puede dejar de mencionar que gracias a la red, existen hoy parejas que si no hubieran tenido acceso a la tecnología, jamás se hubieran conocido.
Por otro lado, es natural encontrar resistencia frente a unas mínimas reglas o acuerdos de uso, pero habremos de convenir que son necesarios si queremos que la tecnología viva con nosotros y no a costa de nosotros.
Es claro entonces que el problema no está en la tecnología en sí, sino en el uso que hacemos de ella. ¿Será posible entonces pensarse el uso inteligente de la tecnología para potenciar nuestras capacidades personales? ¿Es posible asumir la tecnología como actividad lúdica, como trampolín a otras actividades que queremos hacer cada día mejor?
La respuesta es un sí, que se materializa en la medida en que somos y hacemos conscientes a otros del papel positivo que puede jugar la tecnología en nuestras vidas si le damos la dirección adecuada y, también el papel negativo, si dejamos que ella nos dirija.