Eficiencia ante todo
Querámoslo o no, la evolución del mundo empresarial moderno va imponiendo sus condiciones. Y entre ellas, la eficiencia es un factor de selección, que no faltará quien juzgue discriminatorio. Como en todo.
Por eso, vayamos a la que debería ser una de las fuentes primordiales de claridad, precisión y entendimiento. Según el diccionario de la RAE, selección (del lat. selectĭo, -ōnis) es: “1. f. Acción y efecto de elegir a una o varias personas o cosas entre otras, separándolas de ellas y prefiriéndolas”, de un lado. Lo cual bien podría equipararse a destacar y subrayar cuanto resulta sobresaliente, y tal vez excelente, sin que por ello deba abrírsele campo a la inconveniente exclusión o discriminación, que ya vendría a ser un asunto muy distinto.Y del otro lado, eficiencia (del lat. efficientĭa) es: “1. f. Capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado”. Es decir, en otras palabras: alcanzar el objetivo, llegar a la meta, cumplir con lo prometido. O sea, cumplimiento; ni más ni menos.
Cumplimiento a la fija
Y es obvio, o debiera serlo, que al seleccionar la eficiencia o lo eficiente no se trata apenas de “cumplir por cumplir”, como en la expresión coloquial que a veces escuchamos. Dicho cumplimiento auténtico se aplica y es clave, por supuesto, para los diversos ámbitos de la productividad empresarial: industria, comercio y servicios. En esa medida, es imperativo y sin excepción que tales sectores aprovechen el furor inusitado de las TICS (Tecnologías de la Información y la Comunicación) para proveerse con sistemas de gestión empresariales eficientes, los cuales de manera forzosa e inaplazable exigen el respaldo de profesionales calificados y serios.
Seres humanos competentes e idóneos en sus oficios, porque los acometen a conciencia, como un desafío a su creatividad y con el mayor de los gustos (léase placer), por lo tanto dotados de preparación y experiencia, y siempre dispuestos a “vivir para trabajar” y no al contrario. Personas empeñadas en superarse cada vez más, y muy decididas a ser mejores que sí mismas, pues antes que competir de manera ciega u obsesiva contra los demás: sus compañeros o sus adversarios, prefieren compartir con generosidad el aprendizaje derivado de ensayar y errar, de “cacharrear”, en esa autoinstrucción permanente, que es uno de los signos evidentes de verdadera y ejemplar evolución personal o profesional por estos días.
“Con todos los juguetes”
De allí que en la era de la digitalización global, los colombianos, además de usuarios favorecidos con la habilidad de adoptar nuevas tecnologías (porque si en el pasado ya fuimos de la mula al avión, hoy del Blackberry estamos pasando al Android e iPhone en un santiamén), tenemos también que aplicarnos –de una buena vez y sin más pretextos o postergaciones– a la eficiencia individual y colectiva.
Máxime si ya, de hecho, somos parte o estamos integrados –querámoslo o no– a la Sociedad Post-Trabajo (en la que el trabajo no es castigo bíblico ni antídoto contra el ocio, sino fuente de creatividad y crecimiento personal íntegro). O si a la vuelta de la esquina ya tenemos acceso a modalidades laborales del tipo BYOD-Bring Your Own Device (Traer Su Propio Dispositivo o llevar a la oficina las pantallas móviles personales de comunicación para trabajar directamente en ellas con la información de la empresa), es preciso e inevitable el abordaje, y ojalá cuanto antes, de los recursos y las tecnologías digitales que nos exigen ser eficientes al compartir contenidos y afirmarnos en la creación de valores empresariales y humanistas.
Así que manos a la obra, siempre o hasta cuando más sea posible, con selección y eficiencia, en casa, en la empresa o donde se requiera.